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Nacimiento de CIERIS

Breve historia del nacimiento del Centro de Investigación // Brief history of the birth of the Research Center // Brève histoire de la naissance du Centre de Recherche


Una tarde mientras navegaba a bordo del Buque Escuela ARC “Gloria”, en una zona cercana a la Antártida, tuve una epifanía acerca de lo que quería hacer con respecto a mi crecimiento como persona. Desde muy temprana edad tuve el deseo de desarrollar ideas que fueran más grandes que yo mismo, siempre quise convertirme en una persona que pudiera ser un punto de apoyo para otros, parecía ser una vocación de servicio que siempre la sentí en función a una especie de apostolado social que podría traducirse en ser docente o algo así (cuando uno es muy niño no sabe muy bien las cosas), pero siempre tuve la certeza de que algún día trabajaría para transformar la vida de otras personas.
En esa tarde fría (helada), cercano a la antártida en un mar increíblemente tranquilo me sentí profundamente orgulloso de lo que había construido hasta ese momento, pero me di cuenta que la Armada Nacional era un puente para hacer algo más grande, entonces escribí una solicitud formal al Señor Comandante de la Institución donde le planteaba mi retiro. cuando uno hace eso debe llevarlo por una línea de mando o sea que este documento tenía que pasar por manos de mi Comandante, Segundo Comandante y Jefe del Departamento de Cubiertas del buque Gloria, al llegar al comandante éste interpretó mi solicitud de retiro, como una necesidad de transformar mi percepción o mi vida al interior de la Institución y a su criterio consideró que lo que yo debía hacer era proyectarse en escenarios diferentes a estar navegando en un buque de superficie.
Entonces de forma imperativa me regañó, me dijo que tenía mucho para darle a la institución y me informó que no tramitaría ese papel, solo dijo, “usted es uno de los mejores tripulantes que he conocido, deje de llorar como niñita, termine este crucero y espere que lleguemos a Colombia, cuando estemos en Cartagena ya verá lo que haré”.
En ese momento, debo confesar que me sentí muy orgulloso de mí mismo, admiraba profundamente a este comandante del buque, era una persona honesta, correcta, ecuánime y un gran líder. El hecho que rechazara mi deseo de retiro con tanto énfasis me dio fuerzas para continuar con el crucero el cual disfruté hasta el último rayo de sol.
Al llegar el señor capitán me condujo donde un señor Almirante joven que acababa de llegar al Comando de la Fuerza Naval del Caribe, no sé de qué hablaron, pero este almirante que no conocía, me hizo seguir a su oficina, me pasó unos documentos y me pidió que preparara un informe o una especie de discurso. Este, estaba dirigido para una asociación de ganaderos en la región de los Montes de María, me dijo que él quería reunirse con ellos y solicitarle su apoyo para fortalecer una red de comunicación que la tropa necesitaba para poder ejercer una mejor función en una zona muy difícil (orden público) de Colombia llamada “Montes de María”.
Tomé los documentos y empecé a leerlos sin comprender exactamente lo que quería de mí.
Al día siguiente muy temprano había terminado un texto en forma de discurso para que el señor Almirante se dirigiera a estos señores en un club en la ciudad de Cartagena, con la intención de pedir su apoyo financiero y logístico para realizar esa tarea.
El almirante me recibió en su despacho, lo leyó frunció el ceño y me dijo que era algo terrible, que la reacción, el mensaje y en general todo el texto era una pérdida de tiempo., terminado de decir esto, me ordenó uniformarse de blanco de trabajo, y me informó que la reunión empezaba a las 6 de la tarde en un club de la ciudad de Cartagena.
A pesar de que me documento era tan malo lo utilizó al pie de la letra y surgió el efecto que pensábamos que iba a generar en los ganaderos, un sentido de pertenencia por su región y la necesidad institucional de fortalecer una estructura de comunicaciones que nos ayudará a trabajar con dos males que golpeaban fuertemente la región, el abigeato que es el robo de cabezas de ganado, y los atentados a las infraestructuras eléctricas en la región.
Así fue, de esta manera extraña tuve la oportunidad de trabajar con uno de los almirantes más estrictos que se conocen en la era reciente de la Armada Nacional, él siempre estaba de mal humor, todo lo que hiciéramos estaba mal hecho o le faltaba algo, está estricta forma de tener siempre un estado crítico acerca de tu proceso, me hizo fortalecer mi carácter, agradezco enormemente esa época de mi vida porque llevó al límite mi capacidad para exigirme, me fortaleció mi espíritu, jamás me sentí tan útil y tan contento sin importar lo que el almirante dijera, sentía que mi trabajo valía la pena.
La otra cosa valiosa de ese episodio es que me hizo conocer una región de Colombia llamada a la subregión de los Montes de María, en esta conocí personas maravillosas y también el terrible problema de conflicto que tenían sumido a Colombia en un estado de letargo económico y social que no lo dejaba desarrollarse.
El señor almirante cada vez tomaba más mis aportes y lentamente empecé a ser parte de su grupo de asesores permanentes, junto a dos capitanes y un jefe técnico, iniciamos un equipo de trabajo que desarrollaría ideas básicas para establecer un protocolo de intervención con características nunca antes vistas en las fuerzas militares.
El desarrollo de este protocolo, era una renovación de las ideas generales acerca de una forma de hacer las cosas algo que en ese entonces llamaban “Acción Integral”, el Almirante con el paso del tiempo nos permitió tener carta blanca, esto facilitó las tareas de dirigir los procesos lo que me permitió literalmente “inventar” sobre la marcha cómo apoyar a esas poblaciones, cómo utilizar el liderazgo de las Fuerzas Militares, para que estas en medio del conflicto armado, diseñarán su propio plan de vida, desarrollo sostenible y duradero y conservación de su identidad social y cultural.
Este ejercicio se trasladó a escenarios nacionales, con esta bandera de desarrollo sostenible y apoyo institucional, conocí un país que casi nadie conoce. El conflicto armado nacional afecta a las regiones internas que se encuentran permeadas por dos elementos fundamentales: corrupción y ambición. En lo personal creo que estos dos elementos de la sociología soportan la teoría en la que basamos los estudios para trabajar en estas poblaciones, sus males son provocados en su mayoría por el vacío del estado, además de un serio problema de educación y valores morales.
Todas estas regiones también tienen en común una riqueza cultural, hídrica o natural que le permitiría tener una enorme riqueza, sin embargo, al tener una especie de anarquía interna se permitieron inundar de organizaciones al margen de la ley, que con promesas de desarrollo o de dinero fácil deterioraron el entramado social y cultural de estas.
Esta verdad es desgarradora, el país que casi nadie conoce es triste, pobre, lúgubre y taciturno. No me estoy refiriendo a la selvas exóticas, grandes ríos o bosques, que a pesar de su inmensa belleza física y geográfica guardan un rencor y un dolor histórico que corroen como un cáncer que hace metástasis en cada subregión a la que llega.
La ambición, el narcotráfico, las ansias de poder son apenas el abrebocas de las personas que intentan robarse el país, desde ese corazón de la selva, desde las riberas de los ríos caudalosos o desde la costa del mar. Sin importar partidos políticos o ideologías, las palabras más importantes que se construyen en esas regiones son odio, corrupción, muerte, dolor. En esas sus regiones los valores morales están invertidos, los jóvenes crecen sin esperanza o con la esperanza de volverse los próximos gatilleros de las organizaciones y las niñas crecen con la ilusión de volverse las mujeres de esos gatilleros y su percepción de autoestima moralidad y sexualidad se encuentran totalmente distorsionadas. Cuando todas estas organizaciones alcanzan la cumbre de su avasallante tren ideológico las poblaciones ya se encuentran inundadas totalmente de una percepción de odio que lo reflejan en todo. Maltrato intrafamiliar, violación de los derechos humanos fundamentales y un odio irracional hacia los estamentos del estado, que casi siempre por abandono pecaron dando la espalda a estas personas que se sienten olvidadas y ausentes de país.
Ese trabajo duró más de 12 años, fue desgastante, depresivo y desafiante, pero sin dudarlo, ha representado el mayor reto de mi vida y la consagración de lo que quería hacer para siempre. De manera indirecta comenzaron a desarrollarse en paralelo, ideas para que por medio de la gestión pública o privada lográramos ayudar a las víctimas que se encontraban desplazadas en el conflicto nacional. y esto nos permitió conocer a muchas otras personas, que hicieron parte de esta idea, grandes líderes sociales sin intereses de poder o de dinero, campesinos laboriosos sin miedo al trabajo fuerte, sacerdotes o líderes religiosos dispuestos a sacrificar su vida por el bien de otras personas, militares héroes de la patria rígidos en su carácter pero con un corazón bondadoso, capaces de comprender lo importante de suavizar su bota, de parar el disparo y entender la razón por la cual él debe salir a combatir a sus propios hermanos.
Cuando uno hace por tanto tiempo, una labor tan dolorosa como la que nos enfrentamos a diario, se supone que uno empieza a normalizar la guerra, a perder sensibilidad. En mi diario trabajar pude ver de cerca las masacres y era muy común para mí ir a recoger cadáveres, tanto de mis propios soldados (infantes de Marina, Policías, Soldados del Ejército) como guerrilleros e incluso los campesinos que salían víctimas de los cruces entre organizaciones que luchaban por poderes y por migajas.
en estos lugares sin ley ni patria, las personas crecen viendo como normal encontrarse en las orillas de un arroyo pies o manos mutiladas o la cabeza de alguien, en estos lugares los niños crecen sin miedo de ver esas atrocidades, las mismas que en nuestras ciudades capitales podrían generar traumas y pesadillas por muchos meses.
Lamentable o favorablemente para mí, esto nunca pasó, nunca pude normalizar la violencia, la apatía o el dolor de un pueblo. Así que desde esa época, en compañía de otros locos, diseñamos planes de acción y buscamos recursos con las uñas para lograr acomodar estas víctimas en lugares de paso, para lograr que algunos jóvenes entraran a las universidades y pudieran continuar con sus sueños fuera de esta violencia.
Sin embargo esto nunca es suficiente, siempre sentíamos que no entendíamos la naturaleza de esa violencia, de esa apatía, la frustración de querer ayudar y no poder hacerlo, entonces de manera equivocada fundé una organización con la intención de ayudar a todas las personas que pudieran resultar heridas de este conflicto interno colombiano, todos los recursos económicos físicos y humanos se dedicaron a esta labor y a pesar de los logros alcanzados siempre pensaba que no era suficiente. Esa frustración se elevó a niveles que empezaron a afectar mi salud y mi deseo por continuar a bordo de las fuerzas militares.
Alguien entonces me aconsejó que estudiara psicología, que si complementaba mis estudios de sociología podía de pronto comprender la razón de ser de las personas y el daño que está se hacían.
Estudiar esa carrera me representó más vacíos que complementos a la información, el ser humano definitivamente es muy complejo y pareciera que entre más avance en su evolución, desarrollan una especie de involución que les impide ser felices.
Al graduarme y postular mis estudios de investigación clínica sobre la psicología de la adolescente, la mujer y los niños me enfoqué en trabajar individualmente al sujeto, para liberarlo de las pequeñas cargas, entendí que la visión mía de ayudar a nivel de la masa estaba sujeta a la posibilidad de ayudar al individuo, desde la unidad, desde lo pequeño hasta lo general, es en ese ejercicio que entonces empecé a comprender que la salud mental es la clave del desarrollo de una sociedad.

English Version

One afternoon while sailing aboard the ARC Training Ship “Gloria”, in an area near Antarctica, I had an epiphany about what I wanted to do with regard to my growth as a person. From a very young age I had the desire to develop ideas that were bigger than myself, I always wanted to become a person who could be a point of support for others, it seemed to be a vocation of service that I always felt in terms of a kind of social apostolate that it could translate into being a teacher or something like that (when you are a child you don’t know things very well), but I always had the certainty that one day I would work to transform the lives of other people.

On that cold (freezing) afternoon, near Antarctica in an incredibly calm sea, I felt deeply proud of what I had built up to that moment, but I realized that the National Navy was a bridge to do something bigger, so I wrote a formal request to the Mr. Commander of the Institution where I proposed my retirement. When you do that you have to take it through a chain of command, that is, this document had to pass through the hands of my Commander, Second Commander and Head of the Deck Department of the Gloria ship, when it reached the commander, he interpreted my request for retirement, as a need to transform my perception or my life within the Institution and in his opinion he considered that what I should do was project myself in scenarios different from sailing on a surface ship.

So imperatively he scolded me, told me that I had a lot to give to the institution and informed me that he would not process that paper, he only said, “You are one of the best crew members I have ever met, stop crying like a little girl, finish this cruise and wait for us to arrive in Colombia, when we are in Cartagena you will see what I will do.”

At that moment, I must confess that I felt very proud of myself, I deeply admired this ship’s commander, he was an honest, correct, fair person and a great leader. The fact that he rejected my desire to retire with such emphasis gave me the strength to continue with the cruise which I enjoyed until the last ray of sunshine.

Upon arrival, the captain led me to a young admiral who had just arrived at the Caribbean Naval Force Command, I don’t know what they talked about, but this admiral, whom I didn’t know, made me follow him to his office, handed me some documents and asked me to prepare a report or a kind of speech. This was addressed to an association of ranchers in the Montes de María region, he told me that he wanted to meet with them and ask for their support to strengthen a communication network that the troops needed in order to exercise a better function in a very difficult area (public order) of Colombia called “Montes de María”.

I took the documents and started reading them without understanding exactly what he wanted from me.

The next day, very early, I had finished a text in the form of a speech for the Admiral to address these men in a club in the city of Cartagena, with the intention of asking for their financial and logistical support to carry out this task.

The admiral received me in his office, read it, frowned and told me that it was something terrible, that the reaction, the message and in general all the text was a waste of time., after saying this, he ordered me to wear a white work uniform, and informed me that the meeting started at 6 in the afternoon at a club in the city of Cartagena.

Despite the fact that my document was so bad, he used it to the letter and the effect that we thought it was going to generate in the ranchers arose, a sense of belonging to their region and the institutional need to strengthen a communications structure that would help us to work with two evils that hit the region hard, cattle rustling, which is the theft of cattle, and attacks on electrical infrastructure in the region.

That’s how it was, in this strange way I had the opportunity to work with one of the strictest admirals known in the recent era of the National Navy, he was always in a bad mood, everything we did was poorly done or something was missing , This strict way of always having a critical state about your process, made me strengthen my character, I am enormously grateful for that time in my life because it pushed my capacity to demand myself to the limit, it strengthened my spirit, I never felt so useful and so happy no matter what the admiral said, I felt that my work was worth it.

The other valuable thing about that episode is that it made me know a region of Colombia called the sub-region of Montes de María, in this I met wonderful people and also the terrible problem of conflict that had Colombia mired in a state of economic and social lethargy that did not allow it to develop.

The Admiral increasingly took my contributions and I slowly began to be part of his group of permanent advisers, together with two captains and a technical chief, we started a work team that would develop basic ideas to establish an intervention protocol with characteristics never before seen in the military forces.

The development of this protocol was a renewal of the general ideas about a way of doing things, something that at that time they called “Integral Action”, the Admiral over time allowed us to have a carte blanche, this facilitated the tasks of directing the processes, which allowed me to literally “invent” on the fly how to support these populations, how to use the leadership of the Military Forces, so that they, in the midst of the armed conflict, would design their own plan for life, sustainable and lasting development and conservation of their social and cultural identity.

This exercise was transferred to national scenarios, with this flag of sustainable development and institutional support, I got to know a country that almost nobody knows. The national armed conflict affects the internal regions that are permeated by two fundamental elements: corruption and ambition. Personally, I believe that these two elements of sociology support the theory on which we base our studies to work in these populations, their ills are caused mostly by the vacuum of the state, in addition to a serious problem of education and moral values.

All these regions also have in common a cultural, water or natural wealth that would allow them to have enormous wealth, however, by having a kind of internal anarchy, they allowed themselves to be flooded by organizations outside the law, which with promises of development or easy money they deteriorated the social and cultural fabric of these.

This truth is heartbreaking, the country that almost nobody knows is sad, poor, gloomy and taciturn. I am not referring to the exotic jungles, great rivers or forests, which despite their immense physical and geographical beauty harbor a resentment and a historical pain that corrode like a cancer that metastasizes in each subregion it reaches.

Ambition, drug trafficking, and the desire for power are just the opening act for the people who try to steal the country, from that heart of the jungle, from the banks of the mighty rivers or from the sea coast. Regardless of political parties or ideologies, the most important words that are built in those regions are hatred, corruption, death, pain. In these regions, moral values ​​are inverted, young people grow up without hope or with the hope of becoming the next gunmen of organizations and girls grow up with the illusion of becoming the women of these gunmen and their perception of self-esteem morality and sexuality are totally distorted. When all these organizations reach the summit of their overwhelming ideological train, the populations are already completely flooded with a perception of hatred that they reflect in everything. Intra-family abuse, violation of fundamental human rights and an irrational hatred towards the state estates, which almost always sinned by abandonment by turning their backs on these people who feel forgotten and absent from the country.

That work lasted more than 12 years, it was exhausting, depressive and challenging, but without a doubt, it has represented the greatest challenge of my life and the consecration of what I wanted to do forever. Indirectly, ideas began to develop in parallel so that through public or private management we could help the victims who were displaced in the national conflict. and this allowed us to meet many other people, who were part of this idea, great social leaders without interests in power or money, hard-working peasants without fear of hard work, priests or religious leaders willing to sacrifice their lives for the good of others people, military heroes of the homeland rigid in their character but with a kind heart, capable of understanding the importance of softening their boot, of stopping the shot and understanding the reason why they must go out to fight their own brothers.

When you do such a painful job as the one we face on a daily basis for so long, it is assumed that you begin to normalize war, to lose sensitivity. In my daily work I was able to see the massacres up close and it was very common for me to go to collect corpses, both of my own soldiers (Marines, Police, Army Soldiers) as well as guerrillas and even peasants who were victims of the crosses between organizations that fought for powers and for crumbs.

In these places without law or homeland, people grow up seeing it as normal to find mutilated feet or hands or someone’s head on the banks of a stream, in these places children grow up without fear of seeing these atrocities, the same ones that in our capital cities could generate trauma and nightmares for many months.

Unfortunately or favorably for me, this never happened, I could never normalize the violence, apathy or pain of a people. So from that time, in the company of other crazy people, we designed action plans and looked for resources with our nails to be able to accommodate these victims in places of passage, to get some young people to enter universities and be able to continue with their dreams outside of this violence.

However, this is never enough, we always felt that we did not understand the nature of that violence, of that apathy, the frustration of wanting to help and not being able to do it, so I mistakenly founded an organization with the intention of helping all the people who could be injured in this internal Colombian conflict, all economic, physical and human resources were dedicated to this work and despite the achievements always thought it wasn’t enough. That frustration rose to levels that began to affect my health and my desire to continue on board the military forces.

Someone then advised me to study psychology, that if I complemented my sociology studies I could perhaps understand the reason for being of people and the harm they were doing to themselves.

Studying that career represented more gaps than complements to information, the human being is definitely very complex and it seems that the more he advances in his evolution, he develops a kind of involution that prevents him from being happy.

Upon graduating and postulating my clinical research studies on the psychology of adolescents, women and children, I focused on working individually with the subject, to free him from small burdens, I understood that my vision of helping at the level of the mass was subject to the possibility of helping the individual, from the unit, from the small to the general, it is in that exercise that I then began to understand that mental health is the key to the development of a society.

French Version

Un après-midi, alors que je naviguais à bord du navire-école ARC “Gloria”, dans une zone proche de l’Antarctique, j’ai eu une révélation sur ce que je voulais faire en ce qui concerne ma croissance en tant que personne. Dès mon plus jeune âge, j’ai eu le désir de développer des idées plus grandes que moi, j’ai toujours voulu devenir une personne qui pourrait être un point d’appui pour les autres, cela semblait être une vocation de service que j’ai toujours ressentie en termes d’une sorte d’apostolat social qui pourrait se traduire par être enseignant ou quelque chose comme ça (quand on est enfant on ne sait pas très bien les choses), mais j’ai toujours eu la certitude qu’un jour je travaillerais pour transformer la vie des autres.

En cet après-midi froid (glacial), près de l’Antarctique dans une mer incroyablement calme, je me sentais profondément fier de ce que j’avais construit jusqu’à ce moment, mais j’ai réalisé que la Marine nationale était un pont pour faire quelque chose de plus grand, alors j’ai écrit une demande formelle au commandant de l’institution où je proposais ma retraite. Quand vous faites cela, vous devez le faire passer par une chaîne de commandement, c’est-à-dire que ce document devait passer entre les mains de mon commandant, du commandant en second et du chef du département de pont du navire Gloria, lorsqu’il est arrivé au commandant, il a interprété ma demande de retraite, comme un besoin de transformer ma perception ou ma vie au sein de l’Institution et à son avis il a considéré que ce que je devais faire était de me projeter dans des scénarios différents de la navigation sur un navire de surface.

Alors, impérativement il m’a grondé, m’a dit que j’avais beaucoup à donner à l’institution et m’a informé qu’il ne traiterait pas ce papier. Il m’a seulement dit : ‘Vous êtes l’un des meilleurs membres d’équipage que j’aie jamais rencontrés, arrêtez de pleurer comme une petite fille, terminez cette croisière et attendez de voir ce que je ferai lorsque nous serons à Carthagène en Colombie.

À ce moment-là, je dois avouer que je me suis senti très fier de moi, j’admirais profondément le commandant de ce navire, c’était une personne honnête, correcte, juste et un grand leader. Le fait qu’il ait rejeté mon désir de prendre ma retraite avec une telle insistance m’a donné la force de continuer la croisière que j’ai appréciée jusqu’au dernier rayon de soleil.

À l’arrivée, le capitaine m’a conduit chez un jeune amiral qui venait d’arriver au commandement des forces navales des Caraïbes. Je ne sais pas de quoi ils ont parlé, mais cet amiral, que je ne connaissais pas, m’a fait le suivre à son bureau, m’a remis quelques documents et m’a demandé de préparer un rapport ou une sorte de discours. Ceci était adressé à une association d’éleveurs de la région des Montes de María, il m’a dit qu’il voulait les rencontrer et leur demander leur soutien pour renforcer un réseau de communication dont les troupes avaient besoin afin d’exercer une meilleure fonction dans une zone très difficile (ordre public) de Colombie appelée “Montes de María”.

J’ai pris les documents et j’ai commencé à les lire sans comprendre exactement ce qu’il attendait de moi.

Le lendemain, très tôt, j’avais terminé un texte sous forme de discours pour que l’amiral s’adresse à ces hommes dans un club de la ville de Carthagène, dans l’intention de leur demander leur soutien financier et logistique pour mener à bien cette tâche.

L’amiral m’a reçu dans son bureau, l’a lu, a froncé les sourcils et m’a dit que c’était quelque chose de terrible, que la réaction, le message et en général tout le texte était une perte de temps. Après avoir dit cela, il m’a ordonné de porter un uniforme de travail blanc, et m’a informé que la réunion commençait à 6 heures de l’après-midi dans un club de la ville de Carthagène.

Malgré le fait que mon document était si mauvais, il l’a utilisé à la lettre et l’effet que nous pensions qu’il allait générer chez les éleveurs s’est produit, un sentiment d’appartenance à leur région et la nécessité institutionnelle de renforcer une structure de communication qui nous aiderait à travailler avec deux maux qui frappent durement la région, le vol de bétail, qui est le vol de bétail, et les attaques contre les infrastructures électriques de la région.

C’est ainsi que j’ai eu l’opportunité de travailler avec l’un des amiraux les plus stricts connus dans l’ère récente de la marine nationale, il était toujours de mauvaise humeur, tout ce que nous faisions était mal fait ou il manquait quelque chose , Cette façon stricte de toujours avoir un état critique sur votre processus, m’a fait renforcer mon caractère, je suis extrêmement reconnaissant pour cette période de ma vie car elle a poussé ma capacité à m’exiger à la limite, elle a renforcé mon esprit, je ne me suis jamais senti aussi utile et si heureux peu importe ce que disait l’amiral, je sentais que mon travail en valait la peine.

L’autre chose précieuse à propos de cet épisode est qu’il m’a fait connaître une région de Colombie appelée la sous-région des Montes de María, où j’ai rencontré des gens merveilleux et aussi le terrible problème du conflit qui a embourbé la Colombie dans un état de léthargie économique et sociale qui ne lui a pas permis de se développer.

L’amiral a de plus en plus pris mes contributions et j’ai lentement commencé à faire partie de son groupe de conseillers permanents, avec deux capitaines et un chef technique, nous avons commencé une équipe de travail qui développerait des idées de base pour établir un protocole d’intervention avec des caractéristiques jamais vues auparavant dans les forces militaires.

Le développement de ce protocole était un renouvellement des idées générales sur une façon de faire les choses, quelque chose qu’ils appelaient à l’époque « Action Intégrale », l’Amiral au fil du temps nous a permis d’avoir carte blanche, cela a facilité les tâches de diriger les processus, ce qui m’a permis littéralement d’« inventer » à la volée comment soutenir ces populations, comment utiliser le leadership des Forces Militaires, afin qu’elles, au milieu du conflit armé, conçoivent leur propre plan de vie, de développement durable et durable et de conservation de leur identité sociale et culturelle.

Cet exercice a été transféré sur des scènes nationales, avec ce drapeau de développement durable et de soutien institutionnel, j’ai connu Ce travail a duré plus de 12 ans, il a été épuisant, déprimant et stimulant, mais sans aucun doute, il a représenté le plus grand défi de ma vie et la consécration de ce que je voulais faire pour toujours. Indirectement, des idées ont commencé à se développer en parallèle pour que, grâce à la gestion publique ou privée, nous puissions aider les victimes qui ont été déplacées dans le conflit national. et cela nous a permis de rencontrer beaucoup d’autres personnes, qui faisaient partie de cette idée, de grands leaders sociaux sans intérêts de pouvoir ou d’argent, des paysans travailleurs sans peur du travail acharné, des prêtres ou des chefs religieux prêts à sacrifier leur vie pour le bien des autres, des héros militaires de la patrie rigides dans leur caractère mais avec un bon cœur, capables de comprendre l’importance d’adoucir leur botte, d’arrêter le tir et de comprendre la raison pour laquelle ils doivent sortir combattre leurs propres frères.

Quand on fait pendant si longtemps un travail aussi douloureux que celui auquel nous sommes confrontés quotidiennement, on suppose que l’on commence à normaliser la guerre, à perdre sa sensibilité. Dans mon travail quotidien, j’ai pu voir les massacres de près et il était très courant pour moi d’aller ramasser des cadavres, à la fois de mes propres soldats (Marines, Police, Soldats de l’Armée) ainsi que des guérilleros et même des paysans qui ont été victimes des croix entre des organisations qui se battaient pour les pouvoirs et pour des miettes.

Dans ces lieux sans loi ni patrie, les gens grandissent en voyant comme normal de trouver des pieds ou des mains mutilés ou la tête de quelqu’un au bord d’un ruisseau, dans ces lieux les enfants grandissent sans craindre de voir ces atrocités, les mêmes que dans nos capitales pourraient générer des traumatismes et des cauchemars pendant de nombreux mois.

Malheureusement ou heureusement pour moi, cela ne s’est jamais produit, je n’ai jamais pu normaliser la violence, l’apathie ou la douleur d’un peuple. Alors à partir de cette époque, en compagnie d’autres fous, nous avons conçu des plans d’action et cherché des ressources avec nos ongles pour pouvoir accueillir ces victimes dans des lieux de passage, pour amener des jeunes à entrer dans les universités et pouvoir poursuivre leurs rêves en dehors de cette violence.

Cependant, cela ne suffit jamais, nous avons toujours senti que nous ne comprenions pas la nature de cette violence, de cette apathie, la frustration de vouloir aider et de ne pas pouvoir le faire, alors j’ai fondé à tort une organisation dans l’intention d’aider tous les les personnes qui pourraient être blessées dans ce conflit interne colombien, toutes les ressources économiques, physiques et humaines ont été consacrées à ce travail et malgré les réalisations, j’ai toujours pensé que ce n’était pas suffisant. Cette frustration a atteint des niveaux qui ont commencé à affecter ma santé et mon désir de continuer à bord des forces militaires.

Quelqu’un m’a alors conseillé d’étudier la psychologie, que si je complétais mes études de sociologie je pourrais peut-être comprendre la raison d’être des gens et le mal qu’ils se faisaient.

Étudier cette carrière représentait plus de lacunes que de compléments d’information, l’être humain est décidément très complexe et il semble que plus il avance dans son évolution, il développe une sorte d’involution qui l’empêche d’être heureux.

Après avoir obtenu mon diplôme et postulé mes études de recherche clinique sur la psychologie des adolescents, des femmes et des enfants, je me suis concentré sur le travail individuel avec le sujet, pour le libérer de petits fardeaux, j’ai compris que ma vision d’aider au niveau de la masse était soumise à la possibilité d’aider l’individu, de l’unité, du petit au général, c’est dans cet exercice que j’ai alors commencé à comprendre que la santé mentale est la clé du développement d’une société.

un pays que presque personne ne connaît. Le conflit armé national affecte les régions internes qui sont imprégnées de deux éléments fondamentaux : la corruption et l’ambition. Personnellement, je crois que ces deux éléments de la sociologie soutiennent la théorie sur laquelle nous basons nos études pour travailler dans ces populations, leurs maux sont causés principalement par le vide de l’État, en plus d’un grave problème d’éducation et de valeurs morales.

Toutes ces régions ont également en commun une richesse culturelle, hydrique ou naturelle qui leur permettrait d’avoir une énorme richesse, cependant, ayant une sorte d’anarchie interne, elles se sont laissées envahir par des organisations hors la loi, qui avec des promesses de développement ou d’argent facile, ils ont détérioré le tissu social et culturel de ceux-ci.

Cette vérité est déchirante, le pays que presque personne ne connaît est triste, pauvre, sombre et taciturne. Je ne parle pas des jungles exotiques, des grands fleuves ou des forêts, qui malgré leur immense beauté physique et géographique recèlent un ressentiment et une douleur historique qui rongent comme un cancer qui métastase dans chaque sous-région qu’il atteint.

L’ambition, le trafic de drogue et le désir de pouvoir ne sont que l’acte d’ouverture pour les personnes qui tentent de voler le pays, du cœur de la jungle, des rives des fleuves puissants ou de la côte de la mer. Indépendamment des partis politiques ou des idéologies, les mots les plus importants qui se construisent dans ces régions sont la haine, la corruption, la mort, la douleur. Dans ces régions, les valeurs morales sont inversées, les jeunes grandissent sans espoir ou avec l’espoir de devenir les prochains hommes armés des organisations et les filles grandissent avec l’illusion de devenir les femmes de ces hommes armés et leur perception de l’estime de soi, de la moralité et la sexualité sont totalement déformées. Lorsque toutes ces organisations atteignent le sommet de leur train idéologique écrasant, les populations sont déjà complètement inondées d’une perception de haine qu’elles reflètent en tout. Violence intrafamiliale, violation des droits humains fondamentaux et haine irrationnelle envers les domaines de l’État, qui ont presque toujours péché par abandon en tournant le dos à ces personnes qui se sentent oubliées et absentes du pays.

Ce travail a duré plus de 12 ans, il a été épuisant, déprimant et stimulant, mais sans aucun doute, il a représenté le plus grand défi de ma vie et la consécration de ce que je voulais faire pour toujours. Indirectement, des idées ont commencé à se développer en parallèle pour que, grâce à la gestion publique ou privée, nous puissions aider les victimes qui ont été déplacées dans le conflit national. et cela nous a permis de rencontrer beaucoup d’autres personnes qui faisaient partie de cette idée, de grands leaders sociaux sans intérêts de pouvoir ni d’argent, des paysans travailleurs sans peur du travail acharné, des prêtres ou des chefs religieux prêts à sacrifier leur vie pour le bien des autres, héros militaires de la patrie rigides de caractère mais au cœur bon, capables de comprendre l’importance d’adoucir leur botte, d’arrêter le tir et de comprendre la raison pour laquelle ils doivent sortir combattre leurs propres frères.

Quand on fait un travail aussi douloureux que celui auquel nous sommes confrontés quotidiennement pendant si longtemps, on suppose que l’on commence à normaliser la guerre, à perdre sa sensibilité. Dans mon travail quotidien, j’ai pu voir les massacres de près et il était très courant pour moi d’aller ramasser des cadavres, à la fois de mes propres soldats (Marines, Police, Soldats de l’Armée) ainsi que des guérilleros et même des paysans qui ont été victimes des croix entre des organisations qui se battaient pour des pouvoirs et pour des miettes.

Dans ces lieux sans loi ni patrie, les gens grandissent en voyant comme normal de trouver des pieds ou des mains mutilés ou la tête de quelqu’un au bord d’un ruisseau, dans ces lieux les enfants grandissent sans craindre de voir ces atrocités, les mêmes qui dans nos capitales pourraient générer des traumatismes et des cauchemars pendant de nombreux mois.

Malheureusement ou heureusement pour moi, cela ne s’est jamais produit, je n’ai jamais pu normaliser la violence, l’apathie ou la douleur d’un peuple. Alors à partir de cette époque, en compagnie d’autres fous, nous avons conçu des plans d’action et cherché des ressources avec nos ongles pour pouvoir accueillir ces victimes dans des lieux de passage, pour amener des jeunes à entrer dans les universités et pouvoir poursuivre leurs rêves en dehors de cette violence.

Cependant, cela ne suffit jamais, nous avons toujours senti que nous ne comprenions pas la nature de cette violence, de cette apathie, la frustration de vouloir aider et de ne pas pouvoir le faire, alors j’ai fondé à tort une organisation dans l’intention d’aider toutes les personnes qui pourraient être blessées dans ce conflit interne colombien, toutes les ressources économiques, physiques et humaines ont été consacrées à ce travail et malgré les réalisations, j’ai toujours pensé que ce n’était pas suffisant. Cette frustration a atteint des niveaux qui ont commencé à affecter ma santé et mon désir de continuer à bord des forces militaires.

Quelqu’un m’a alors conseillé d’étudier la psychologie, que si je complétais mes études de sociologie je pourrais peut-être comprendre la raison d’être des gens et le mal qu’ils se faisaient.

Étudier cette carrière représentait plus de lacunes que de compléments d’information, l’être humain est décidément très complexe et il semble que plus il avance dans son évolution, il développe une sorte d’involution qui l’empêche d’être heureux.

Après avoir obtenu mon diplôme et postulé mes études de recherche clinique sur la psychologie des adolescents, des femmes et des enfants, je me suis concentré sur le travail individuel avec le sujet, pour le libérer de petits fardeaux, j’ai compris que ma vision d’aider au niveau de la masse était soumise à la possibilité d’aider l’individu, de l’unité, du petit au général, c’est dans cet exercice que j’ai alors commencé à comprendre que la santé mentale est la clé du développement d’une société.

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